Ni mil vidas ni mil
libros me alcanzaran nunca para dejar de ser ignorante. Pero intento serlo un
poco menos. Pues nada de regreso a clases, me siento como si tuviera 15 años y
no supiera nada de la vida. A recordar y repasar la regla de tres y los
acentos. Ahora las materias cambiaron de nombre y ya no me acuerdo cuando fue
la última vez que leí el periódico.
Pero cada vez que
entro al aula me encanta saber que ese día aprenderé algo nuevo, muchos otros
de los que están ahí, solo necesitan el papel por meros tramites en sus
trabajos o solo como meta personal, unos pocos están ahí por querer seguir
estudiando la universidad y para tener un mejor trabajo, yo no estoy ahí por
eso, estoy allí porque quiero aprender, y si no paso volveré a repetir, tiempo
tengo y ganas de aprender muchas más.
Mi motivación
personal es el mero gusto de saber, saber cualquier cosa, lo que sea que puedan
enseñarme, y claro si pudiera también me pagaría la universidad y clases
extras, no se, me empieza a apasionar todo, no solo una o dos materias si no
muchas.
Creo que todo nos
enseña algo, por ejemplo yo hasta ahora puedo apreciar la escuela, antes solo
era una especie de obligación y ya, ahora entiendo que el saber da poder, no
hablo de dinero hablo de poder intelectual, tal vez termine convirtiéndome en
una monja tibetana muy sabia con un par de doctorados.
Ahora que soy adulta
me doy cuenta de que saber, es el mejor regalo que nos podemos hacer a nosotros
mismos, el placer de aprender es tan, no se excitante, tan relajante, tan, tan
todo, de verdad que como cambian las percepciones de la vida tras cosas que al
parecer son malas.
Al parecer, lo malo
nunca es tan malo como parece.
Ya saben me pongo a
reflexionar y digo locuras.
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