21 de enero de 2017

Las cosas son lo que son.



Siempre hubo chispa entre nosotros aunque no duramos mucho, tenías manías que yo no entendía, aparte te encantaba ir de aquí allá, conociendo personas y alejándote de otras. Total así te conocí, así me encantabas, sabía lo que sucedería.

Pasados los días me puse a pensar en ti, te llame y quedamos de vernos, como siempre con esa mirada insidiosa sabíamos que algo pasaría, aunque no lo decíamos con palabras, pero era un hecho, nuestros pasos eran ligeros, de quien busca el lado positivo de todo, a veces me tomabas las manos jugando, siempre tentándome a ir más allá…

Y siempre íbamos más allá…


Ese día fue en tu morada, llegamos lo habitual, riendo, contando historias del trabajo, tu casa siempre oliendo a madera, cómoda y un poco tirada, pronto nos pusimos cómodos, charlando aun de cosas sin importancia, era nuestro preámbulo, solo platicar de otros, del clima de lo que sea menos de lo que sentíamos o de lo que hacíamos. En una pausa me miraste fijamente esos ojos verdes matadores, como negarse a ellos, era la señal, era el momento, comenzamos a besarnos como siempre, pero como nunca.


A lo largo de mi vida había tenido muchos amantes, pero tú eras mi favorito, tu que nada exigías, tu que nada pedías, solo te entregabas en el momento justo. Ese quizá era tu encanto, mi perdición…

Nos besamos por largo tiempo, quizá fueron solo minutos, pero para mí era eterno el sentir tus labios carnosos, no eras guapo, no como los modelos de revista, tú eras real, eras pasión, ancho de espalda, piernas largas barba abundante, pues no te gustaba rasurarte a menudo, tenías la nariz larga, pero tu fuerte eran los ojos, impresionantes tan grandes y verdes llamaban la atención a cualquiera y yo siempre me perdía en ellos.

Pronto las caricias llevaron a algo más, como siempre tus manos recorrían mi cuerpo, sabían dónde estaban las curvas, se adaptaban a ellas, y yo claro, no me quedaba atrás, lamiendo tu cuello mis manos se aferraban a tus partes, porque sabía que eso te encantaba, que yo era directa en cuanto recibía la señal…


Así era nuestro juego sin palabras, tocábamos y disfrutábamos, la ropa salía volando, y me morirías cada vez con más lujuria, te encantaba dejar marcas y aunque a mí me molestaba, en el momento de estar contigo nada me importaba, eras pura pasión andando, quien lo imaginara de aquel chico robusto y barbón que se convirtiera en un apasionado amante que buscaba placer.

Actuábamos con egoísmo propio de quien busca placer, de pronto en una pausa entre caricias, me di cuenta de que estábamos desnudos en tu sillón a media tarde, sudados y yo gemía estruendosamente mientras tus habilidades con la lengua satisfacían mi cuerpo…


¡Qué manera de usar la lengua! pensaba yo mientras miraba tu cabeza entre mis piernas, siempre te gustaba comenzar con eso, yo tan excitada, tan mojada nunca me oponía, por momentos me hacías temblar, recorrías mi clítoris como un experto, te deseaba más que nunca, estos encuentros eran gloriosos.

Pronto entraste en mí, sin más preámbulos, erecto como estabas no te costó trabajo, comenzaste ese vaivén que me mataba, cada envestida era más y más deliciosa, mas furiosa también, eso era lo que hacíamos, amarnos a ratos, o quizá solo yo te amaba, pero en ese momento no me importaba.

Yo tendía a cerrar los ojos, pero tú no, tu siempre mirabas, te encantaba estar arriba de mí, te imponías tal cual, grande y robusto, pelo en pecho, me perdía en gemidos y en tus venas del cuello… cada vez más cerca del éxtasis que tanto anhelaba tú eras más y más cercano, eran los únicos momentos en los que sentía que me amabas, o al menos me amabas como yo quería ser amada, pues me veías a los ojos profundamente, sonreías, gemías y justo antes de venirte me decías: te amo.


Que delicia tu cuerpo sudado entrando en esa convulsión de placer, la sangre te inundaba el pecho y la cara, no he conocido mejor cara de orgasmo que la tuya y eso que he amado a más personas. Pero tú definitivamente eras un hombre que uno recuerda toda la vida.

Cuanto placer, no quería que te salieras de mí, pero tú siempre te ibas, así eras tú, y no buscaba cambiarte…



No hay comentarios:

Publicar un comentario