28 de julio de 2015

La quimera de la libertad.



Me dan pena las aves cantarínas, multicolor, pintorescas, frágiles, ágiles, gráciles, amistosas, sensibles, encerradas en jaulas toda su vida, encarceladas por ser consideradas un adorno musical, tristes se ven por siempre sin poder volar, sin poder surcar los cielos, que es para lo que fueron hechas.


Obligadas a permanecer en los parios traseros, a las entradas de las casas o dentro de ellas, siendo solo una distracción para los humanos que encuentran exótico mantener cautivo a un ser de infinita luz como lo es un ave.


Siento pena por ellas, me parten el corazón oírlas cantar aburridas, tristes, pesarosas, consternadas, alicaídas, en ratos felices, teniendo una corta vida, destinadas a no volar nunca, no conocer ningún paisaje jamás, a no saber cómo es realmente la vida.


Sus cortas vidas pasan enjauladas a veces solas, a veces con demasiada compañía, a veces solo con su pareja que les fue asignada. A la intemperie, o dentro de sofocantes casas con olores desagradables, o fuertes o tóxicos. Tal vez no todas tengan una mala condición de vida, algunas gocen de alimentos adecuados, cuidados y clima estable, pero aun con eso están encarceladas, ni jaula de oro remplaza la vida en libertad, en naturaleza…


Antes alegaba que uno no necesitaba sentimientos, solo ser racional, pero definitivamente no puedes ser humano, si no cambias de opinión, y no puedo evitar tener sentimientos, tanto por los animales, como por humanos.


Y lamento mucho que los seres humanos sean tan egoístas en tantas veces busquen tener adornos vivos, en sus casas, pensando solamente en lo estético sin pensar que es una vida la que apresan, una vida libre, una vida que tiene su propio modo de vivir.


Mi consejo:
No tengan aves encerradas como adorno, los animales no son cosas.

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