28 de septiembre de 2015

El gran orgasmo



Estaba ahí, no supe cómo había llegado tan lejos con ella, simplemente me encantaba, podía actuar tal como era, sin miedo al rechazo, quizá por eso mi cuerpo se dio ese respiro.

Sus ojos de universo atravesaban a los míos sin pedir permiso, me engullía el negro de sus pupilas. Me perdí en ella, en aquel olor que tan loca me ponía, en sus suaves caricias, ¿que tenía ella? Quizá no era ella la que tenía algo, quizá era yo, mi mente que se perturbaba con ella cerca, yo era la que perdía la noción del tiempo y las cosas y todo lo que deseaba era estar ahí sintiendo eso por ella.

Perdida en ella, en su cuerpo tal como estaba, recostada, podía ver esas pupilas dilatadas que me invitaban a perderme en el más profundo de los abismos que jamás había yo visto, deseaba tanto meterme en esas pupilas y saber hasta dónde llegaba esa profundidad, que el negro hermoso aquel, se comiera por completo mi cuerpo y me transportara a mundos distintos que yo no conocía. Sentir el tacto de sus manos en mí, era como ir perdiendo la cordura, respirar lento su aroma era algo totalmente apasionante, placeres exquisitos como aquel deberían durar más, pensé para mis adentros mientras recorría sus curvas.

Besos, caricias, susurros, gemidos.

Navegar entre las pasiones y el sudor es algo que me encanta con ella, me hundo por completo en sus ojos marrones, observo la figura de desgarre que tienen, son como el cosmos en diminuto, es mirar directamente a lo incomprensible, y saber que el no saber, era excitante, era hacerme polvo de buen agrado.

Brazos, piernas, besos, suspiros.

No podía creer tanta belleza, mis sentidos alerta estaban empapados de ella, mis ansias eran grandes, solo refrenadas por ella…


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