Conocido desconocido.

Estudias radiología, ejerces de terapeuta.

Te conté demasiadas cosas…

Supongo que necesitaba alguien que no me juzgara…

Patéticas historias familiares presenta.

Le enseñe mi alma al diablo, protagonizada por mi (claro yo también tengo patéticas historias familiares) y mi inexplicable confianza con un loco ermitaño.

Se lee apasionante y patético y lo es, créanme, la bella historia de una imaginaria relación, donde yo hablo y el escucha (los hombres solo escuchan cuando andan de ligue, ya casados se vuelven sordos).

Intento hablar de tonterías, pero siempre termino revelando más de lo que quisiera. Y no me arrepiento del todo, ya que por una parte es bueno escuchar consejos de alguien de fuera, pero por otro se supone que no quiero involucrarme con nadie, porque te expones y es peligroso. Además de que es convivir con personas, cosa que he jurado evitar.

Al menos intento que estas confesiones aburridas y perturbadoras, sean mutuas, así sabré que no soy la única que tiene ropa sucia en casa. Y de alguna manera me siento menos anormal, esto en ocasiones me hace sentir bien y en otras no.

Ser diferente me gusta, sentirme malvada y miserable en parte es satisfactorio (patético ¿verdad?) pero a la vez cuando me excluyo tanto de la sociedad me siento sola y rara, platicar con alguien que comparte parte de las retorcidas ideas que pululan en mi cabeza es reconfortante y me hace sentir menos rara, lo sé es contradictorio por un lado ser un monstro de feria me hace sentir bien pero a la vez mal.

Ni quien me entienda. Pero tú a veces parece que lo haces y te lo agradezco mí querido conocido.